sábado, 31 de julho de 2010

Memórias de Leninegrado no "Inverno da Fome"











FOME de Elise Blackwell, com tradução de Safaa Dib. Pode ler aqui um excerto. Lembramos que o PressKit contém uma amostra de algumas páginas da nossa edição

sexta-feira, 30 de julho de 2010

When the war came



Elise Blackwell escreveu FOME, uma novela sobre o dilema de um brilhante botânico russo do Instituto Vavilov em Leninegrado, durante o cerco de 900 dias pela tropas de Hitler: salvar a sua honra e a do instituto e fazer o que a sua mulher e os seus colegas decidiram (não comer as sementes armazenadas),... ou salvar-se a ele mesmo.

Os Decemberists usaram a novela como mote para comporem "When the War Came", publicada no álbum The Crane Wife (2006). Eis a letra:

With all the grain of Babylon
To cultivate to make us strong
And hidden here behind the walls
Are shoulders wide and timber on
'Til the war came
'Til the war came

A terrible autonomy
Is grafted onto you and me
Our trust put in the government
They told their lies are heaven sent
'Til the war came
'Til the war came

And the war came with a curse and a caterwaul
And the war came with all the poise of a cannonball
And they're picking out our eyes by coal and candlelight
When the war came, the war came hard

We made our oath to Vavilov
We'd not betray the Solanum
The acres of asteraceae
To our own pangs of starvation
When the war came
When the war came

And the war came with a curse and a caterwaul
And the war came with all the poise of a cannonball
And they're picking out our eyes by coal and candlelight
When the war came, the war came hard

With all the grain of Babylon

terça-feira, 27 de julho de 2010

"Sei que a redenção, se possível, é irrelevante"



Leninegrado, 1942. O cerco das tropas de Hitler vai obrigar os homens e as mulheres da cidade a compromissos e sacrifícios para além dos limites do admissível. No Instituto Botânico, Alena e outros cientistas juram protecção às sementes raras, mesmo na iminência da grande fome. Mas o marido de Alena, o nosso cuidadoso narrador, não está tão seguro assim... E quem consegue responder com segurança à pergunta: o amor e a honra podem mais do que a fome?

Escrito num estilo seco mas pleno de atenção aos detalhes psicológicos, FOME de Elise Blackwell propõe-nos uma história de um momento dramático na vida de pessoas corajosas e estóicas contada por alguém que não soube sê-lo. Ou melhor, por alguém a quem a guerra permitiu ver a natureza implacável da existência humana, e que decidiu agir em consonância:

"Mesmo agora, em dias frios, quando o meu estômago rosna, digo a mim próprio que ganhei direito à minha sobrevivên- cia. Mas em noites quentes, quando acordo encharcado em suor, sei que a redenção, se possível, é irrelevante. Um homem é governado por apetite e remorso, e eu engoli o que pude."


Fome foi elogiado por J.M. Coetzee, o Prémio Nobel da Literatura, pela sua originalidade.

terça-feira, 20 de julho de 2010

O alívio que é...

... ainda poder enviar livros para jornalistas e/ou críticos que não são, também, editores, coordenadores de colecções, "colaboradores" ou assalariados de editoras ou grupos editoriais. Concorrência, enfim. E há outro alívio: são já tão poucos que o todo o processo de enviar livros sai baratíssimo.

sábado, 17 de julho de 2010

Fome: um excerto



Eis um excerto de FOME de Elise Blackwell, que se encontra disponível em PDF no Press-Kit deste título. O livro está já à venda nas livrarias, além de nosso blogue e site.

"Os voluntários de opolchenia, incluindo a minha Alena mas não eu próprio, debandavam como ratos. Apareceram abrigos, e trincheiras. Mulheres jovens perfuravam as peles enrolando arame farpado em torno de obstáculos que impediam os tanques de penetrar na cidade. Todos esperámos pelo ataque e preparámo-nos para defender a nossa cidade quarteirão a quarteirão, edifício a edifício, mão a mão.

Mas os tanques nunca entraram. Pararam nos limites da cidade, e quão mais simples tudo teria sido se tivessem continuado.


Em inícios de Setembro, as primeiras bombas de Hitler desceram – graciosas, e diria até hesitantes, vindas do alto. Os aviões Junker subiam e desciam, subiam e desciam,
deixando para trás depósitos de bombas incendiárias tão semelhantes a silte letal. Quando atingiram os armazéns Badayev, as filas estreitas de edifícios de madeira arderam rápido, e as gorduras armazenadas nas suas provisões emitiam um calor vermelho, tornando o céu incandescente e enchendo o ar como cozinha de Verão.

Aquilo que não ardeu foram uns poucos milhares de toneladas de açúcar, que acabaram por se derreter através das tábuas de madeira do chão para sobreviver, moldados
e marcados pelas caves, como caramelo. Este caramelo era partido em pedaços valiosos e vendido por dinheiro e sexo nos meses que se seguiram. Mas muito mais iria circular e ser pago como comida. [...]

O aquecimento acabou em finais de Setembro, e todos os canos de Leninegrado congelaram. Até à chegada da neve, tínhamos apenas para lavagem a água lamacenta do
Neva, transportada à mão em baldes."

terça-feira, 13 de julho de 2010

El Mundial 2010, por Eduardo Galeano

Em exclusivo, a crónica completa do Mundial de 2010 que acaba de encerrar, por Eduardo Galeano , autor de FUTEBOL: SOL E SOMBRA. A ilustração é do autor.



Una campaña internacional convertía a Irán en el más grave peligro para la humanidad, porque dicen que dicen que Irán tendría o podría tener armas nucleares, como si hubieran sido iraníes los que arrojaron las bombas atómicas sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki;
Israel ametrallaba, en aguas internacionales, los barcos que llevaban a Palestina alimentos, medicinas y juguetes, en uno de los habituales actos criminales que castigan a los palestinos como si ellos, que son semitas, fueran culpables del antisemitismo y sus horrores;
el Fondo Monetario, el Banco Mundial y numerosos gobiernos humillaban a Grecia, obligándola a que aceptara lo inaceptable, como si hubieran sido los griegos, y no los banqueros de Wall Street, los responsables de la peor crisis internacional desde 1929;
el Pentágono anunciaba que sus expertos habían descubierto, en Afganistán, un yacimiento de un millón de millones de dólares en oro, cobalto, cobre, hierro y sobre todo litio, el codiciado mineral imprescindible para los teléfonos celulares y las computadoras portátiles, y el país invasor lo anunciaba alegremente, como si al cabo de casi nueve años de guerra y miles de muertos hubiera encontrado lo que de veras buscaba en el país invadido;
en Colombia aparecía una fosa común con más de dos mil muertos sin nombre, que el ejército había arrojado allí como si fueran guerrilleros abatidos en combate, aunque los vecinos del lugar sabían que eran militantes sindicales, activistas comunitarios y campesinos que defendían sus tierras;
una de las peores catástrofes ecológicas de todos los tiempos convertía el golfo de México en un inmenso charco de petróleo, y un mes y medio después el fondo de la mar seguía siendo un volcán de petróleo, mientras la empresa British Petroleum silbaba y miraba para otro lado, como si no tuviera nada que ver;
en varios países, una catarata de denuncias acusaba a la Iglesia Católica de abusos sexuales y violaciones de niños, y por todas partes se multiplicaban los testimonios que el miedo había reprimido durante años y que por fin salían a luz, mientras algunas fuentes eclesiásticas se defendían diciendo que esas atrocidades ocurrían también fuera de la Iglesia, como si eso la disculpara, y que en muchos casos los sacerdotes habían sido provocados, como si los culpables fueran las víctimas;
fuentes bien informadas de Miami seguían negándose a creer que Fidel Castro siguiera vivito y coleando, como si no les estuviera dando nuevos disgustos cada día;
se nos iban dos escritores sin suplentes, José Saramago y Carlos Monsiváis, y los extrañábamos como si no supiéramos que seguirán resucitando entre los muertos, por imposible que parezca, por el puro placer de atormentar a los dueños del mundo;
y en el puerto de Hamburgo, una multitud celebraba el regreso a la primera división alemana del club de fútbol Sankt Pauli, que cuenta con veinte millones de simpatizantes, por imposible que parezca, congregados en torno a las banderas del club: no al racismo, no al sexismo, no a la homofobia, no al nazismo, mientras lejos de allí, en Sudáfrica, se inauguraba el decimonoveno campeonato mundial de fútbol, al amparo de una de esas banderas: No al racismo.

Durante un mes, el mundo dejó de girar y muchos de sus habitantes dejamos de respirar.
Nada de raro, porque esto ocurre cada cuatro años, pero lo raro fue que éste fue el primer Mundial en tierra africana. El África negra, despreciada, condenada al silencio y al olvido, pudo ocupar por un ratito el centro de la atención universal, al menos mientras duró el campeonato.
Treinta y dos países disputaron la Copa en diez estadios que costaron un dineral. Y no se sabe cómo hará Sudáfrica para mantener en actividad esos gigantes de cemento, multimillonario derroche fácil de explicar pero difícil de justificar en uno de los países más injustos del mundo.

El estadio más hermoso, en forma de flor, abre sus inmensos pétalos sobre la bahía llamada Nelson Mandela. Mandela fue el héroe de este Mundial. Un homenaje más que merecido al fundador de la democracia en su país. Su sacrificio ha rendido frutos que están a la vista, de alguna manera, en el planeta entero. Sin embargo, en Sudáfrica todavía los negros siguen siendo los más pobres y los más castigados por la policía y por las pestes, y fueron negros los mendigos, las prostitutas y los niños de la calle que en vísperas del Mundial fueron ocultados para no dar mala impresión a las visitas.

A lo largo del torneo, se pudo ver que el fútbol africano conservó su agilidad pero perdió desparpajo y fantasía, corrió mucho pero poco bailó. Hay quienes creen que los directores técnicos de las selecciones, casi todos europeos, contribuyeron a este enfriamiento. Si así fuera, flaco favor han hecho a un fútbol que tanta alegría prometía.

África sacrificó sus virtudes en nombre de la eficacia, y la eficacia brilló por su ausencia. Un solo país africano, Ghana, llegó a estar entre los ocho mejores; y poco después, también Ghana volvió a casa. Ninguna selección africana sobrevivió, ni siquiera la del país anfitrión.
Muchos de los jugadores africanos dignos de su herencia de buen fútbol, viven y juegan en el continente que había esclavizado a sus abuelos. En uno de los partidos del Mundial, se enfrentaron los hermanos Boateng, hijos de padre ghanés: uno llevaba la camiseta de Ghana, y el otro la camiseta de Alemania. De los jugadores de la selección de Ghana, ninguno jugaba en el campeonato local de Ghana. De los jugadores de la selección de Alemania, todos jugaban en el campeonato local de Alemania. Como América Latina, África exporta mano de obra y pie de obra.

Jabulani se llamó la pelota del torneo, enjabonada, medio loca, que huía de las manos y desobedecía a los pies. Este novedad de Adidas fue impuesta en el Mundial, aunque a los jugadores no les gustaba ni un poquito. Desde su castillo de Zurich, los amos del fútbol imponen, no proponen. Tienen costumbre.

Los errores y los horrores cometidos por algunos árbitros pusieron en evidencia, una vez más, lo que el sentido común exige desde hace muchos años. A gritos clama el sentido común, siempre en vano, que el árbitro pueda consultar los primeros planos registrados por las cámaras, ante las jugadas decisivas que resulten dudosas. La tecnología permite, ahora, que ese cotejo se haga con la rapidez y la naturalidad con que se consulta otro instrumento tecnológico, llamado reloj, para medir el tiempo de cada partido. Todos los demás deportes, el basquetbol, el tenis, el béisbol, la natación y hasta la esgrima y las carreras de autos, utilizan normalmente las ayudas electrónicas. El fútbol, no. Y la explicación de sus amos resultaría cómica, si no fuera simplemente sospechosa: El error forma parte del juego, dicen, y nos dejan boquiabiertos descubriendo que errare humanum est.

La mejor atajada del torneo no fue obra de un golero, sino de un goleador: el atacante uruguayo Luis Suárez detuvo la resbalosa pelota con las dos manos, en la línea de gol, en el último minuto de un partido decisivo. Ese gol hubiera dejado a su país fuera de la Copa: gracias a su acto de patriótica locura, Suárez fue expulsado pero Uruguay no.

Uruguay, que había entrado al Mundial en el último lugar, al cabo de una penosa clasificación, jugó todo el campeonato sin rendirse nunca, y fue el único país latinoamericano que llegó a las semifinales. Algunos cardiólogos nos advirtieron, desde la prensa, que el exceso de felicidad puede ser peligroso para la salud. Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento, celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta. Al fin y al cabo, el derecho a festejar los méritos propios es siempre preferible al placer que algunos sienten por la desgracia ajena.
Uruguay terminó ocupando el cuarto puesto, que no está tan mal para el único país que pudo evitar que este Mundial fuera nada más que una Eurocopa.
Diego Forlán, nuestro goleador, fue elegido el mejor jugador del torneo.

Ganó España. Este país, que nunca había conquistado el trofeo mundial, lo ganó en buena ley, por obra y gracia de su fútbol solidario, uno para todos, todos para uno, y por la asombrosa habilidad de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta.
Holanda fue vice, al cabo de un último partido donde traicionó, a las patadas, sus mejores tradiciones.

El campeón y el vicecampeón del Mundial anterior volvieron a casa sin abrir las maletas. En el año 2006, Italia y Francia se habían encontrado en el partido final. Ahora se encontraron en la puerta de salida del aeropuerto. En Italia, se multiplicaron las voces críticas de un fútbol jugado para impedir que el rival juegue. En Francia, el desastre provocó una crisis política y encendió las furias racistas, porque habían sido negros casi todos los jugadores que cantaron la Marsellesa en los estadios sudafricanos.

Otros favoritos, como Inglaterra, tampoco duraron mucho.

Brasil y Argentina sufrieron crueles baños de humildad. Brasil fue irreconocible, salvo en los momentos de libertad que rompieron la jaula del esquema defensivo. ¿De qué estaba enfermo ese fútbol para necesitar tan dudoso remedio?

Argentina fue goleada en su último partido. Medio siglo antes, otra selección argentina había recibido una lluvia de monedas cuando regresó de un Mundial desastroso, pero esta vez fue bienvenida por una multitud abrazadora. Todavía hay gente que cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso.

Este Mundial confirmó que los jugadores se lesionan con reveladora frecuencia, triturados como están por el extenuante ritmo de trabajo que impone, impunemente, el fútbol profesional. Se dirá que algunos se han hecho ricos, y hasta riquísimos, pero eso sólo es verdad para los más cotizados, que además de jugar dos o más partidos por semana, y además de entrenarse noche y día, sacrifican a la sociedad de consumo sus escasos minutos libres vendiendo calzoncillos, autos, perfumes y afeitadoras y posando para las tapas de las revistas de lujo. Y al fin y al cabo, eso sólo prueba que este mundo es tan absurdo que hasta contiene esclavos millonarios.

Faltaron a la cita las dos superestrellas más anunciadas y esperadas. Lionel Messi quiso estar, hizo lo que pudo, y algo se vio. Dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba demasiado ocupado en verse.

Pero una nueva estrella, inesperada, surgió de las profundidades de los mares y se elevó a lo más alto del firmamento futbolero. Es un pulpo que vive en un acuario de Alemania. Se llama Paul, aunque merecería llamarse Pulpodamus. Antes de cada partido, formulaba sus profecías. Le daban a elegir entre los mejillones que llevaban las banderas de los dos rivales. Él comía los mejillones del vencedor, y no se equivocaba. El oráculo octópodo, que influyó decisivamente sobre las apuestas, fue escuchado en el mundo futbolero con religiosa reverencia y fue amado y odiado y hasta calumniado por algunos resentidos, como yo: cuando anunció que Uruguay perdería contra Alemania, denuncié:
– Este pulpo es un corrupto.

Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido.
Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia. Ya empiezo a extrañar la insoportable letanía de las vuvuzelas, la emoción de los goles no aptos para cardíacos, la belleza de las mejores jugadas repetidas en cámara lenta. Y también la fiesta y el luto, porque a veces el fútbol es una alegría que duele, y la música que celebra alguna victoria de ésas que hacen bailar a los muertos, suena muy cerca del clamoroso silencio del estadio vacío, donde algún vencido, solo, incapaz de moverse, espera sentado en medio de las inmensas gradas sin nadie.

© 2010 Eduardo Galeano

domingo, 11 de julho de 2010

Dedalus salva do fim

Lido no blogue de John Coulthart (de notícia no Guardian): a Dedalus, uma mini editora inglesa ("a staff of one and a half people and reinvests any money it makes in its list": a imagem é mais do que familiar...), depois de 2 anos em disputa com o Arts Council, vê reposto o subsídio que lhe tinha sido negado em 2008 e até agora. Isto significa que uma editora que tem no seu Top 10 a tradução de Os Maias de Eça de Queiroz (há alguma editora portuguesa que ainda se orgulhe de ter Eça no seu catálogo?) tem agora os meios mínimos que lhe permitem sobreviver e produzir livros à margem dessa miragem monomaníaca que tomou de assalto o petit monde literário em Portugal, o sucesso de vendas, único modelo disponível agora para aferir a sustentabilidade de editoras num país com níveis de leitura de Terceiro Mundo.
Num momento em que o Ministério da "Cultura" português se arrasta na própria lama (comunicados envenenados sobre ex-assalariados de topo, atribuição de prémios na condição de apresentação de "certidões da situação contributiva", etc), é bom lembrar aos Keynesianos serôdios que o Arts Council foi uma criação de John Maynard Keynes, que foi também o seu primeiro Chairman, e isto numa altura em que bombas incendiárias caíam sobre Londres. Por cá, "mais Estado" não resulta, e está visto que "melhor Estado" começa a ser impossível...

Eduardo Galeano sobre o futebol

O Uruguai, como se viu, não tem apenas história no futebol. Tem quem faça ambos. No campo, as coisas parecem estar bem entregues a Forlán e companhia. Nas letras, há muito que o livro FUTEBOL: SOL E SOMBRA de Eduardo Galeano transformou este numa referência no que à História e às história do futebol diz respeito. O programa "Observatório de Imprensa" do canal brasileiro TV Brasil, através do repórter Alberto Dines, foi fazer uma longa entrevista com o autor uruguaio sobre os dois temas que o apaixonam: história e futebol. Esta é a primeira de 6 partes.



Uma boa entrevista com o escritor, feita por Gerhard Dilger, foi publicada também no site Carta Maior, site onde, curiosamente, o articulista Emir Sader chega a escrever: "o Brasil é dos poucos países em que os artigos de Galeano não são publicados regularmente na imprensa – apesar de ele ser o melhor escritor latino-americano contemporâneo."
Sobre a dramática eliminação do Gana pelo Uruguai, são estas as palavras de Galeano:
Foi um filme de Hitchcock. Me cortou a respiração. A minha e a de todos que assistiram à partida mais emocionante deste mundial. Ganhou o Uruguai, como se sabe, e assim ficou selada a derrota de toda a África. Eu festejei e, ao mesmo tempo, senti uma funda tristeza. No futebol, como na vida, há alegrias que doem.

sábado, 10 de julho de 2010

Uruguai, Uruguai, Uruguai



O Uruguai, a segunda nação mais "portuguesa" da América do Sul (em que outro território se concentram mais Pereiras, Tabarez, Andrades, Varelas?), a nação que deu a maioridade ao futebol nos anos de 1920, com duas olimpíadas ganhas de seguida antes de ganhar o primeiro Mundial em 1930, que deu ao mundo o primeiro jogador negro de fama mundial, de nome Andrade (numa altura em que até no Brasil os jogadores negros ou não entravam ou tinham de pôr pó no rosto para parecerem menos negros), e cuja equipa teve o desplante de jogar bem e "roubar" a taça ao Brasil no jogo de estreia do gigantesco Maracanã em 1950, o Uruguai, dizia-se, merece estar nos três primeiros lugares deste Mundial. A única selecção que fez tremer a Holanda (e imagine-se o que seria com Luis Suarez em campo) e que teve em Forlán um legítimo herdeiro da classe de Schiaffino, Varela, Mazurkiewicz ou Francescoli estará de pleno direito na trindade final de nações "latinas" (qualquer holandês dirá que a Holanda é o mais latino dos países do Norte da Europa, e não foi por acaso que o futebol espanhol moderno foi "plantado" por dois holandeses nos anos de 1970).
Até Carlos Gardel deu o seu contributo à história de sucesso no futebol deste pequeno país, como conta Eduardo Galeano em FUTEBOL: SOL E SOMBRA:

Um jogador uruguaio, Adhemar Canavessi, sacrificou-se para esconjurar o dano da sua própria presença na final da Olimpíada de 1928, em Amsterdão. O Uruguai ia disputar essa final com a Argentina. Canavessi decidiu ficar no hotel e desceu do autocarro que levava os jogadores ao estádio. Todas as vezes que ele tinha jogado contra os argentinos, a selecção uruguaia tinha perdido, e na última ocasião ele tinha tido o infortúnio de marcar um golo na própria baliza. No jogo de Amsterdão, sem Canavessi, o Uruguai venceu. No dia anterior, Carlos Gardel tinha cantado para os jogadores argentinos no hotel onde estavam instalados. Para lhes dar sorte, tinha estreado um tango chamado "Dandy". Dois anos depois, a história repetiu-se: Gardel voltou a cantar "Dandy", desejando êxito à selecção argentina. Essa segunda vez foi em vésperas da final do Mundial de 1930, que o Uruguai também ganhou. Muitos juram que a intenção estava acima de qualquer suspeita, mas mais do que uma pessoa acredita que aí está a prova de que Gardel era uruguaio.
(Eduardo Galeano, "As Forças Ocultas" in Futebol: sol e sombra, tradução de Piedade Pires)

sábado, 3 de julho de 2010

El toque




O sucesso do Uruguai (e da Argentina, e da Espanha...), e o encantamento que produz ver Diego Forlan a dominar uma bola de futebol, explicam-se nestas palavras de Eduardo Galeano em FUTEBOL: SOL E SOMBRA, a maior contribuição uruguaia ao futebol mundial desde o Maracanazo de 1950.

"Foi um processo imparável. Como o tango, o futebol cresceu a partir dos subúrbios. Era um desporto que não exigia dinheiro e podia-se jogar sem mais nada do que a simples vontade de o fazer. Nos campos baldios, nas ruelas e nas praias, os rapazes crioulos e os jovens imigrantes improvisavam jogos com bolas feitas de meias velhas, cheias com trapo ou papel, e um par de pedras para simular a baliza. Graças à linguagem do futebol, que começava a tornar-se universal, os trabalhadores expulsos do campo entendiam-se às mil maravilhas com os trabalhadores expulsos da Europa. O esperanto da bola unia os nativos pobres com os camponeses que tinham atravessado o mar vindos de Vigo, Lisboa, Nápoles, Beirute ou da Bessarábia e que sonhavam construir a América a levantar paredes, a carregar fardos, a cozer pão nos fornos ou a varrer ruas. Bela viagem a do futebol: tinha sido organizado nos colégios e universidades inglesas, e na América do Sul alegrava a vida de gente que nunca tinha posto o pé numa escola. Nos campos de Buenos Aires e de Montevideu nascia um estilo. Uma maneira própria de jogar futebol começava a impor-se, ao mesmo tempo que uma maneira própria de dançar se afirmava nos pátios milongueiros. Os dançarinos desenhavam filigranas, floreando-se nos limites de uma única laje de pavimento, e os futebolistas inventavam a sua linguagem no minúsculo espaço em que a bola não era pontapeada mas retida e possuída, como se os pés fossem mãos entrançando o couro. E nos pés dos primeiros virtuosos crioulos nasceu el toque: a bola tocada como se fosse uma guitarra, fonte de música."
(Eduardo Galeano, Futebol: sol e sombra, tradução de Piedade Pires, pp. 48-49)